viernes, 7 de marzo de 2014

A la lluvia

En la mañana se aquieta el derroche,
De agua que ciega a la lejanía,
Son de nuevo las nubes o no sería,
Lo que hoy devino de la noche.
Ese delgado cristal, la lluvia fina,
Asombra el alma en su tarea inocente,
Porque es presa del fervor presente,
Cuando lo indescriptible se inclina,
Vemos que nuestro símbolo es nada,
Comparado con los signos del universo,
Pero aquello inefable y disperso,
Detenemos en la palabra, que nombrada,
Alude a los misterios de la historia,
Y a lo imperecedero, nuestra memoria.

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